Aspiró el fuerte aroma de la caliente bebida, hacía mucho tiempo que no probaba una buena taza de café. Su primera novia le había aficionado a frecuentar esas cafeterías en las que los baristas ponen a tu disposición un gran surtido de bebidas frías y calientes con un toque acaramelado. Ya tres años habían pasado de ello y la susodicha junto con los recuerdos de tantas tazas de café compartidas se habían evaporado con el tiempo.
Hasta que en un curso de capacitación en pleno invierno conoció a la chica de larga cabellera castaña y aún mas largas piernas. Una noche, después de dar un paseo por el camino que bordeaba un pequeño lago, llegaron al hostal donde ella se hospedaba. Pidió un café oscuro que sedienta probó pese a estar caliente y lo que más le llamó la atención: sin ponerle algo de azúcar.
- El verdadero café se toma así, solo, afirmó la guapa joven sonriendo, apurando un trago más.
Y ahora, días después, estaba con una taza de la aromática bebida, que había pedido sin azúcar: la chica le había clavado una ligera decepción al retornar con su ex novio y una gran curiosidad por probar el afamado elixir "como lo toman los verdaderos conocedores"
Volvió a aspirar el fuerte pero agradable aroma y tomó un sorbo de la bebida, que degustó lentamente. Una vez más tomó otro poco y colocando la taza en el plato, pensó: Un buen café es como el amor... caliente e intenso al principio, pero con un final amargo...