04 Mar
04Mar

Había una vez un rey que tenía cuatro esposas. Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Solo le daba lo mejor. También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.

También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para ayudarle a salir de los tiempos difíciles.

La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y aunque ella le amaba profundamente, apenas si él se fijaba en ella.

Un día, el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo.

Pensó acerca de su vida de lujo y pensó:

“Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero, cuando muera, estaré solo”.

Así que le preguntó a su cuarta esposa:

“Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?”

“¡Ni pensarlo!”, contestó la cuarta esposa, y se alejó sin decir más palabras.

Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo afilado.

El entristecido monarca le preguntó a su tercera esposa:

“Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?”

“¡No!”, contestó su tercera esposa. “¡La vida es demasiado buena. Cuándo mueras, pienso volver a casarme!”

Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío.

Entonces preguntó a su segunda esposa: “Siempre he venido a ti por ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?”

“Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!”, contestó la segunda esposa. “Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte”.

Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al rey.

Entonces escuchó una voz: “Me iré contigo y te seguiré donde quiera que tú vayas”.

El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Se veía tan delgaducha, sufría de desnutrición.

Profundamente afectado, el monarca dijo: “¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!”

Si te paras a pensar, todo el mundo tiene cuatro esposas en la vida.

La cuarta esposa, es tu cuerpo. Da igual lo mucho que te esfuerces en que sea un cuerpo perfecto pues, una vez que mueras, tu cuerpo se reducirá a polvo.

La tercera esposa, son tus posesiones, tu estatus social. Cuando mueras, otros se quedarán con ellas.

La segunda esposa, son tu familia y amigos. Tal vez sean tu mayor apoyo en todo momento, pero cuando mueras, ellos se quedarán aquí y lo único que podrán hacer por ti, es acompañar a tu cuerpo sin vida hasta el cementerio.

Tu primera esposa, es tu alma. A ella la ignoras porque andas buscando riqueza, poder, hacerte un hueco en la alta esfera de la sociedad. Pero tu alma, es la única que irá contigo allá donde vayas.

Dedícale tiempo, cuídala y aliméntala pues ella es tu mayor tesoro.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO